Sinónimos:

Prevalencia: <1 /1 000 000

Herencia: Autosómico recesivo o Autosómico dominante o Recesivo ligado al X

Edad de inicio o aparición: Infancia

 

Resumen

La neutropenia congénita grave es un déficit inmunitario caracterizado por unos niveles bajos de granulocitos (<200/mm3), sin déficit de linfocitos asociado.

La prevalencia en la población general se estima en 1-1,7/333.300 habitantes. La incidencia anual es de 1/250.000 nacimientos.

Esta neutropenia provoca repetidas infecciones bacterianas o micóticas, de localizaciones muy variables, principalmente cutáneo-mucosas, oído, nariz y garganta, y pulmonares. Los signos estomatológicos, prácticamente constantes a partir de los 2 años, incluyen una gingivitis erosiva, hemorrágica y dolorosa, asociada a pápulas en la lengua y en las membranas mucosas. Las infecciones pueden ser muy graves, incluso letales. Alrededor de un 15% de los pacientes evolucionan hacia una leucemia aguda o una mielodisplasia.

Hasta el momento, se han identificado mutaciones en 4 genes implicados en la neutropenia congénita grave. Estos genes son: ELA2 (gen de la elastasa del neutrófilo), GFI1, HAX1 y las mutaciones activadoras del gen de la enfermedad de Wiskott Aldrich (WASP). Estas 4 mutaciones tienen formas de transmisión diferentes: autosómica dominante para ELA2 y GFI1, autosómica recesiva para HAX1 y recesiva ligada al X para WASP. El conjunto de estas mutaciones conlleva un déficit cuantitativo de producción de neutrófilos. La característica definitoria es una citología mostrando una neutropenia profunda asociada a monocitosis. El mielograma muestra un bloqueo aislado de la línea granulocítica en la etapa promielocítica, asociado a una eosinofilia y a una monocitosis.

Ante el descubrimiento de estos signos, debe realizarse una evaluación médica completa para descartar diversos diagnósticos diferenciales, en particular los déficits inmunitarios linfocitarios y las neutropenias autoinmunes. El consejo genético es imprescindible y debe tener en cuenta el historial familiar y la mutación responsable.

Debe proponerse un diagnóstico prenatal si el genotipo es conocido. Cualquier episodio infeccioso o de fiebre debe supervisarse en el hospital y ser tratado activamente. La prevención de las infecciones se basa en primer lugar en el uso de antibióticos profilácticos. Si esto no es efectivo, los factores de crecimiento hematopoyético (el G-CSF en particular) pueden corregir tanto la neutropenia como la susceptibilidad a las infecciones y pueden administrarse como respuesta a las infecciones o de continuo. La dosis de G-CSF necesaria varía enormemente. En el caso de una administración continua a altas dosis (más de 20µg/kg/día), el G-CSF favorece la aparición de una leucemia a largo plazo por lo que, en estos casos, debe considerarse un trasplante de médula ósea.

El pronóstico depende en gran medida de la calidad de los cuidados y de la rapidez en el tratamiento de las infecciones graves, pero también en la posibilidad de un trasplante medular, especialmente en caso de transformación maligna.

 

 

 


Fuente: Orphanet (Neutropenia congénita grave), supervisores expertos:  Dr Jean Donadieu – última actualización julio 2007.