La tecnología CRISPR está basada en una secuencia genética y una proteína (Cas9) que permite localizar secuencias muy concretas del genoma, donde se localizan los genes que se quieren modificar, para cortar la cadena de ADN y suprimir la expresión de ciertos genes o modificarlos.

El problema de esta tecnología es que obliga a romper la cadena de ADN y puede afectar, al intentar editar unos genes, a otros genes circundantes, con efectos inesperados, por lo que muchos científicos se muestran recelosos de usar esta tecnología en seres humanos.

“Aunque muchos estudios han demostrado que CRISPR/Cas9 se puede aplicar como una poderosa herramienta para la terapia génica, hay una creciente preocupación por las mutaciones no deseadas generadas por las roturas de doble cadena a través de esta tecnología”, afirma Juan Carlos Izpisúa, profesor del laboratorio de Expresión Génica del Salk y autor principal del artículo.

El equipo de investigadores liderado por el Prof. Izpisúa ha logrado desarrollar un sistema que no rompe el ADN y permite introducir estas moléculas en el interior del genoma donde pueden actuar.

Gracias a esta tecnología se envía por separado al núcleo las moléculas activadoras (los interruptores) y por otro la forma inactiva de Cas9 (la que localiza los genes de interés). Las moléculas se entregan por separado y luego se activan una vez que están en la región sobre la que se quiere actuar.

 

Para saber más vea: https://goo.gl/uSzuTn


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