Menores con una enfermedad de las consideradas raras que apenas pueden moverse o establecer contacto visual con los adultos, pero que sí lo consiguen motivados por la presencia de un animal… Este pequeño milagro es el objetivo del Proyecto «Un perro, un niño feliz», puesto en marcha por la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, que busca mejorar la calidad de vida de niños con enfermedades neuromusculares y mitocondriales. El proyecto, que pretende que estos pequeños logren alcanzar su desarrollo motor máximo y potenciar su independencia, ha sido posible también gracias a la colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y el patrocinio de Dingonatura y la generosidad de los organizadores de la 3ª Edición del Torneo de Padel Benéfico.

Esta terapia asistida con perros comenzó el pasado lunes 15 de enero y tendrá lugar durante la primera mitad de 2018 bajo la coordinación de la Oficina de Intervención Asistida con Animales de la URJC. A la primera sesión asistieron ocho menores, de edades comprendidas entre los dos y los seis años. «Lo primero que hicimos fue tomar contacto con los afectados y hacer una sesión de evaluación, antes de ajustar los objetivos del programa a las necesidades de cada niño. En este tipo de intervención, hay que ver qué nivel de aproximación tienen hacia el perro, qué motivación les surge… A los más pequeños, por ejemplo, no les había dado tiempo a relacionarse nunca con estos animales, mientras que a los más mayores les encantaba. Pero la acogida de todos en general ha sido muy buena», explica Luz Jaramillo, coordinadora de programas de Perros Azules, y la entidad a través de la cual la URJC va a ejecutar este proyecto.

El perro, añade Jaramillo, es en realidad un elemento «motivador». «Estos pequeños muchas veces no establecen contacto visual con los terapeutas. En cambio incluyes a un perro en la terapia y sí que lo hacen. «A ti no te miro, porque no me aportas nada, pero en cambio a este peludo que se mueve sí. Con el lenguaje pasa igual. No tienen mucho interés comunicativo, pero cuando se encuentran con la figura del perro, el habla comienza a despuntar».

De esta forma, corrobora Israel González, director de la oficina de la Oficina de Intervención Asistida con Animales de la URJC, los profesionales se «aprovechan» del vehículo que les ofrece el uso del animal para conseguir que el niño disfrute con la terapia y logre los objetivos, «porque quieren ver a Toby». «No siempre, pero así logramos que el pequeño mueva el brazo, la mano, o se desplace, porque quiere tocar al perro, peinarlo…». Por eso, tal y como remarca González, «en muchos casos se genera un vínculo entre el usuario y el animal y entonces sí puede haber magia, pero es el terapeuta formado en el ámbito de la salud, de la educación o de lo social el que hace la terapia, no el perro».

La terapia

Los niños con enfermedades neuromusculares y mitocondriales de la Fundación Ana Carolina Díez Mahou que se beneficiarán de estas terapias, explica Jaramillo, «están más afectados a nivel motor, motivo por el cual estos profesionales han adaptado sus conocimientos a esta discapacidad en concreto, por lo que el programa será de educación no formal: habilidades sociales en grupo, estimulación cognitiva, motricidad gruesa y fina, comunicación oral y sus correctas estructuras, desarrollo de la memoria y atención sostenida sobre la actividad… todo ello mano a mano con los propios fisios de la Fundación, que son los que nos informan acerca de las particularidades de cada menor».

 

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