Dentro del campo de la Hematología, los grandes avances van ligados al reconocimiento de que las enfermedades hematológicas malignas, al igual que otros tipos de cáncer, conllevan alteraciones genéticas adquiridas cuyos mecanismos están siendo la base del desarrollo de técnicas de diagnóstico y de monitorización molecular de la enfermedad mínima residual, así como del descubrimiento de nuevos fármacos que actúan directamente contra ellos. Así lo cree Miguel Ángel Sanz, hematólogo y presidente del Programa Español de Tratamientos en Hematología (PETHEMA), perteneciente a la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), que aclara que «este descubrimiento de los mecanismos genéticos que están alterados en todas y cada una de las formas de cáncer es en lo que consiste la llamada medicina de precisión o personalizada».

Al mismo tiempo y consecuencia de ello es también una importante y rápida transformación que se está dando en el panorama tecnológico y metodológico. Así por ejemplo, el doctor refiere el relevante salto que se ha dado en el desarrollo de técnicas de análisis genético: «Las que más impacto positivo están teniendo son las técnicas de secuenciación de nueva generación, capaces de analizar el genoma completo de las células cancerosas para buscar las mutaciones o los genes que están alterados en ellas». Recuerda que si bien en Hematología existen enfermedades que tienen una base de alteración genética de tipo hereditario, como las hemofi­lias o las anemias de las células falciformes, no tienen nada que ver con las alteraciones genéticas de las enfermedades cancerosas, en las que «la alteración del genoma se da a nivel de la célula cancerosa y no del genoma completo del individuo como en las heredadas». Al respecto añade que es en esas alteraciones «adquiridas» donde aparece la novedad desde el punto de vista cientí­fico.

Tecnologías más precisas y baratas

Considera Miguel Ángel Sanz que «las técnicas de secuenciación del genoma de las células malignas están teniendo un desarrollo espectacularmente rápido». Asegura que el primer análisis que se hizo hace cinco años del genoma completo de 200 leucemias fue algo rompedor, «en cambio ahora determinar el genoma completo de las leucemias está ya en los laboratorios clínicos como una técnica convencional al uso«. En su opinión, esta evolución es pareja a un más que notable abaratamiento de los procesos. «Si hacer una secuenciación de la leucemia hace cinco años podía costar 20.000 o 30.000 dólares, ahora por 500 o 600 dólares se consigue hacer ese tipo de estudios», afi­rma.

En el plano terapéutico, indica que los avances se re­fieren «al descubrimiento de fármacos dirigidos especí­ficamente a las alteraciones de los mecanismos celulares que provocan las alteraciones genéticas». Lo que viene a llamarse terapia dirigida a dianas, que, en palabras de Miguel Sanz, «está teniendo un gran desarrollo tanto en el cáncer en general como en las leucemias, linfomas, mielomas y hemopatías malignas».

Como es lógico, la investigación en estos nuevos fármacos incide directamente sobre las tasas de supervivencia de las hematopatías malignas. Apunta Miguel Sanz que «esa investigación está empezando ahora a dar sus frutos, y en los últimos años se han aprobado fármacos que demuestran tener una alta efi­cacia frente a tipos genéticamente determinados con alteraciones especí­ficas». En concreto, asegura que en los últimos cinco años se han podido desarrollar más de una decena de nuevos fármacos para los diferentes subtipos de enfermedades hematológicas malignas, y en cuanto a la tasa de curaciones, que también se ha elevado, pone el ejemplo de la leucemia promielocítica y la leucemia mieloide crónica, que tienen una tasa de curación de más del 90%. «Para la leucemia mieloide aguda, en los últimos 30 años no se había aprobado ningún nuevo fármaco, sin embargo se acaba de aprobar por la AEMA y la FDA un inhibidor de tirosin quinasa, el Midostaurin, que supone una ventaja terapéutica en los pacientes con mutaciones del gen FLT3, presentes en una tercera parte de los pacientes con LMA», recalca el presidente de PETHEMA.

Tratamientos adaptados

Uno de los retos que tiene ante sí la especialidad y hacia donde se dirigen la inmensa mayoría de las investigaciones es el profundo conocimiento de los mecanismos moleculares afectados por las alteraciones genéticas. Explica Miguel Sanz que a partir de la alteración genética específi­ca «se produce la afectación de muchos mecanismos moleculares, y en función de eso es por lo que se aprueban fármacos que reponen esas alteraciones, o hacen particularmente susceptible a esa célula y no a las demás».

Agrega que todo esto trasciende a otro tipo de investigaciones encaminadas a valorar la enfermedad mínima residual. «Cuando se trata una enfermedad neoplásica, a veces queda un residuo de la enfermedad que no es percibido con las técnicas convencionales de diagnóstico, y que al no tratarse especí­ficamente, puede volver a desencadenar la enfermedad», comenta. Según explica, es en la detección de este residuo en donde ha habido también avances desde la investigación cientí­fica. De hecho, «desde hace algunos años podemos detectar esa enfermedad mínima residual y actuar en consecuencia, haciendo un tratamiento adaptado a esa situación», apunta. Al respecto señala que la monitorización molecular de la enfermedad mínima residual implica un seguimiento periódico del paciente para comprobar si desciende o aumenta, y en función de eso, tomar una actitud estratégica terapéutica que revierta esa situación y que lleve a una situación de enfermedad mínima residual imperceptible con técnicas muy sensibles. Asimismo, añade que actualmente se está haciendo en pacientes con leucemia promielocítica y leucemia mieloide crónica, donde la monitorización molecular «está totalmente incorporada a la estrategia convencional». A pesar de ello, en su opinión el gran desafío es «diseñar las estrategias necesarias y nuevos fármacos seguros para luchar contra esa enfermedad mínima residual». Y un último gran reto: «Trasladar todos estos logros a otras enfermedades».

 

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