Un enfermo puede carecer de electricidad, de zapatos, de teléfono, de auto; a veces, de comida; en ocasiones, de amor. Muchas veces, de compañía. Pero nunca debe carecer de sus medicamentos.

Muchos de nuestros enfermos son —en estos momentos— rehenes de los absurdos tiempos que toman los que deciden la compra de sus fármacos o la inclusión de estos en los cuadros básicos de las instituciones públicas de salud para las que trabajan. La buena intención del Presidente de la República enfrenta resistencias, negligencia, desconocimiento, falta de sensibilidad y la ausencia de total sentido común. Los que deciden están privilegiando lo administrativo por encima de la salud. Alargan tiempos que van a degradar y afectar la salud y la recuperación de quienes esperan su medicación y tratamiento respectivos de manera urgente.

Es muy probable que ninguno de los hombres y mujeres que están ocasionando esto, todos ellos funcionarios del gobierno federal, tengan la mala fortuna de contar con un familiar gravemente enfermo que requiera medicación en los términos más amplios de inmediatez, calidad y eficacia. Pues, estoy seguro, que de estar de nuestro lado atendiendo igual que nosotros a sus enfermos, ya hubieran adelantando procesos y concluido procedimientos.

Nuestros pacientes no deben ser tratados como si pudieran esperar, porque lo que menos tienen es tiempo. A ellos se les debe garantizar lo que por derecho les corresponde y, que adicionalmente, fue una promesa del presidente López Obrador cuando estaba en campaña electoral.

«Medicamentos para todos y atención a los que más lo necesitan».

—Presidente Andrés Manuel López Obrador, 2018-2024

No solo es algo con lo que coincidimos, sino piedra angular para la salud de este país.