Cada enfermedad se compone de un determinado número de genes alterados. En unas ocasiones, por mutaciones genéticas heredadas, generadas por el propio organismo, y en otras por infecciones víricas o bacterianas. Esa sucesión de genes forman las llamadas ‘vías genéticas’, que son las que se analizan para elaborar el medicamento apropiado mediante técnicas de preprocesado.

Sin embargo, las metodologías utilizadas hasta la fecha falsifican en parte esas vías debido al ‘ruido’ que generan los propios genes. Es decir, que siendo la genética de vital importancia para conocer por qué enfermamos, los algoritmos empleados para analizar los datos genéticos y los métodos utilizados no resultan lo suficientemente robustos. Debido a esos amplios márgenes de error, medicamentos basados en análisis genéticos que se creían adecuados para una enfermedad no beneficiaban a todos por igual. Partiendo de esta base, un equipo multidisciplinar de científicos de la Universidad de Oviedo ha conseguido elaborar un nuevo mecanismo de medición más robusto, que utiliza chips de ADN, con datos brutos, sin preprocesar, «en el que los resultados mejoran notablemente, ya que se correlacionan muy bien con la biología humana». Son palabras del coordinador del proyecto, el profesor Juan Luis Fernández Martínez, del grupo de Problemas Inversos de la institución académica asturiana.

«Este hallazgo -añade- posee grandes implicaciones prácticas, ya que explicaría en parte el fracaso en el diseño de muchos medicamentos en fase clínica al tener rutas genéticas erróneas». Al resultar más fiable, su técnica de selección de los genes implicados en las enfermedades permiten diseñar con mayor seguridad medicamentos destinados a modificar el comportamiento de dichas expresiones genéticas.

Su hallazgo, afirma, abre las puertas a nuevas hipótesis genéticas, a la detección de ‘fármacos huérfanos’ -esto es, que están aprobados para el tratamiento de unas patologías, pero que se ignora que sirven para otras-, la optimización de medicamentos y de tratamientos, y la minimización de efectos secundarios. Los resultados han sido fruto del trabajo conjunto del grupo de Problemas Inversos del departamento de Matemáticas de la Universidad y de los equipos del doctor Steve Sonis, de Harvard y el Brigham and Women Hospital de Boston, y del también doctor Leorey Saligan, del National Institute of Nursing Research, de Washington. En él se muestra la aplicación de esta metodología al estudio de enfermedades raras, neurodegenerativas y diferentes tipos de cáncer, como el de pulmón, mama, próstata o colon. «Actualmente, estamos procesando los resultados obtenidos en el caso del alzhéimer y sus diferencias y similitudes con el deterioro cognitivo leve, el párkinson, ELA, esclerosis múltiple o la distrofias musculares», apunta el investigador, cuyo equipo está trabajando en un estudio sobre la leucemia y sus principales mutaciones.

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Fuente: http://www.elcomercio.es/asturias/201612/06/chips-aportan-enfermedades-origen-20161206002412-v.html