Para Guillermo Fernández (Barcelona, 1989), las caras de la gente siempre serán las que vio por última vez con 7 años. Todavía recuerda paisajes y calles, pero no acostumbra a imaginar el ‘cómo’ porque sería “surrealista” conjeturar permanentemente. Aunque no me ve, dice haber percibido mi estatura al saludarnos, justo antes de sentarnos en una mesa del bar de la ONCE en Barcelona, donde conversamos, entre otros, sobre cómo llegó hasta el preparatorio de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012.

-Era muy pequeño. Tenía un año y medio. A esa edad me detectaron retinoblastoma bilateral, que es cáncer en los ojos. Primero me extirparon el derecho: si no, el cáncer podía extenderse. Algo más tarde, a los 7 años, el izquierdo.

-Menuda experiencia para un crío. Fue duro, pero sabía que de un momento a otro me iba a llegar la ceguera total. Desde entonces aprendí a relativizar mucho las cosas. Mi padre me hizo un dibujo y me lo explicó de manera muy gráfica: “Tenemos que apagar tus ojos para que el cáncer no se mueva a la cabeza”. Ahora llevo prótesis.

-¿Recuerda algo de cuando veía? ¡Sí, sí, sí, sí! Recuerdo colores, paisajes, calles, caras…aunque esas personas ya habrán cambiado mucho. Siempre digo que, entre comillas, los 7 años son la edad idónea para quedarse ciego: has tenido la experiencia de ver y todavía tienes mucho margen para adaptarte.

-Nunca lo había pensado así. Claro: piensa que un invidente de nacimiento ni siquiera tiene noción de qué es el color azul, sólo sabe que el mar es de ese color pero no sabe cómo es realmente. Yo tengo la suerte de que sí.

-Después entró en la ONCE. Exactamente. Me enseñaron autonomía personal, movilidad con bastón y a leer y escribir en braille. Me costó ganar fluidez porque había aprendido a leer en tinta y tuve que cambiar mi sistema.

-También empezó a hacer deporte. Fue a raíz de la ceguera, sí. Además de que te da un plus en las relaciones sociales, el deporte te permite entrenar una serie de habilidades, como la percepción auditiva o la orientación en el espacio, que luego tú puedes poner en práctica en tu vida diaria.

-¿Cuál es su trayectoria? Probé de todo hasta que me centré en el ‘goalball’. Empecé en la cantera de la ONCE y acabé fichando por el Barcelona, que estaba en primera. En 2007, la selección española empezó a convocarme para amistosos.

-¿Llegó a disputar alguna competición? Sí, el Mundial IBSA de Turquía 2011, que fue una competición preparatoria para poder ir a los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. No lo conseguimos y no me volvieron a llamar, pero fue inolvidable.

-Hablemos de la inclusión. ¿Cree que se está haciendo bien? Para mí ha sido un modelo muy positivo porque me permitió volver a mi educación ordinaria después de que la ONCE me formara. Antes era más cerrado: las personas con discapacidad visual se quedaban todas encerradas en la ONCE como bichos raros y sin integrarse.

-¿Qué cambiaría? Intentaría concienciar a los empresarios de que no van a perder nada contratando a personas con discapacidad. También mejoraría la accesibilidad en los trámites de la administración pública o en las calles, pero ya te digo que, por lo general, estoy contento, sobre todo después de hablar con gente de otros países que está mucho peor.

-La última: ¿a qué le gustaría dedicarse? Ahora estoy estudiando Periodismo con especialización en Derecho y todavía no me lo planteo seriamente, pero me gusta mucho el mundo radiofónico, aunque no puedo obviar que la discapacidad visual es un hándicap.

 

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