Alena ha despertado más temprano que de costumbre, pero no tiene la intención de bajar de su camita para acostarse entre sus padres como otras veces porque hoy su cuerpo no se mueve de manera flexible. Sus articulaciones están más rígidas y el dolor de sus huesos se está intensificando. Con una voz muy bajita le llama a Bombo, quien suele aparecer siempre que ella lo llama:

– ¡Bombo!

– ¡Aquí estoy! – dice Bombo con una voz muy alegre.

– Sal. ¿Por qué estás abajo de la cama? – le cuestiona Alena con una temblorosa voz que casi invita al llanto.

Bombo siempre intuye las emociones de Alena y la invita a que baje con él.

– Ven, quiero enseñarte algo, porque acá abajo todavía es de noche…

Alena suspira y a pesar del dolor, con movimientos algo torpes empieza a trepar por los barrotes de su particular litera y lentamente se escurre hasta llegar al piso. Se desliza pecho tierra hasta esconder todo su cuerpo debajo de la cama. Una vez abajo, Bombo le pregunta a Alena al tiempo que entrecierra los ojos y arruga la frente con intención de imitarla:

– ¿ Por qué tienes los ojos viejos ?

– No tengo los ojos viejos – dice Alena algo molesta, y mientras lo dice, abre grandes los ojos a su habitual expresión.

– Entonces mira lo que encontré – dice Bombo mientras le muestra a Alena el gorro de piloto que hace unos días le regalo papá después de que le dijera sus planes de convertirse en chofera de avión cuando sea grande – ¿Volamos?

– Espera, tengo que buscar mis lentes de pilota.

Alena se sale de debajo de la cama y empieza a buscar sus lentes en el canasto de juguetes. Ella quiere ser como «Flay», el avión que no tenía miedo a volar. Unos minutos después, Bombo y Alena están listos para despegar.

– Fffffshjjjjjjjjjjj- arranca primero Bombo y Alena tras él – Ffffffshjjjjjjj

En pleno vuelo, Alena le indica a Bombo el destino del viaje, pues tiene pensado hablar con el jefe, o con el papá, o con el rey, o cualquiera que tenga el cargo más alto en ese lugar.

– Vamos al país de los Alegres Esqueletos.

– ¿Por qué quieres ir ahí? – pregunta Bombo un poco a gritos, pues el aire no les permite escucharse bien – Conozco un mejor lugar, podemos ir a la isla Brincolín.

– Bombo, ya sabes que mamá dijo que no puedo brincar en uno de esos porque mis huesos son fráliges y se pueden romper. Iremos a ver al jefe del país de los Alegres Esqueletos. Tengo que decirle algo.

– Jjjjjjjjjjjjj, – aterriza Alena; y casi pisándole la cola, aterriza Bombo. En pocos segundos están frente al Rey Esqueleto.

– Señor Esqueleto, ¿usted es el jefe de tooodos los huesos? – pregunta Alena al hombre calaca.

– Sí, soy yo.

– Tengo que decirle algo. Muchos días me duelen los huesos y como usted es el jefe de todos los huesos quiero que me de la medicina para que pueda ir a la isla Brincolín y pueda brincar – le dice Alena en un tono confiado y demandante.15