La enfermedad de Behçet, de la que no se conoce exactamente cuál es su causa, es muy poco frecuente. Es una de esas enfermedades raras que afecta a cinco de cada 100.000 personas. Alejandro Losada González, un joven monfortino de 16 años, es uno de los contados casos que tuvo la mala suerte de que esta dolencia se cruzase en su vida. Se le manifestó a los 14 años y en unos cuatro meses lo dejó ciego. Un golpe difícil de encajar a esa edad.

«Mi mayor miedo era despertar y no ver», confiesa Alejandro, al recordar las semanas en las que la enfermedad empezó a comerse su vista hasta tragársela por completo y dejarlo en la oscuridad.

Por si la pérdida de la visión fuera poco, el síndrome de Behçet también ataca, por temporadas, a sus articulaciones, circunstancia que le impide andar y se ve obligado a desplazarse en un silla de ruedas. Pese a estos mazazos del cruel destino, Alejandro no se ha hundido y trata de hacer una vida «normal», aunque no es tarea fácil, sobre todo por las barreras arquitectónicas y mentales de la sociedad, que todavía ven y tratan a personas como Alejandro como si fueran de otra galaxia.

«Siento que, en general, me tratan como a un ser raro, como si fuera un marciano», explica Alejandro. Agrega «cuando voy con mi madre le preguntan a ella como estoy, como si yo fuera invisible y no estuviese allí. Soy ciego, pero no sordo, ni mudo». Otra situación que le llama la atención es la de un restaurante al que suelen ir a comer y siempre le preguntan a sus padres que va a comer «y me ponen la carta delante», relata Alejandro.

 

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