¿Recuerdas aquella vez que te hiciste un esguince en el tobillo? Tal vez no lo recuerdes con todo detalle, pero lo que muy probablemente no olvidarás  esa sensación que recorrió todo tu cuerpo como si de un rayo se tratase: dolor. Bueno, pues tal y como indica el título de esta misma publicación, resulta que hay “superhumanos” cuyo genoma les hace imposible sentir ese dolor que tantas veces te ha amargado la existencia. Además, esta anomalía concede a estos extraordinarios individuos la capacidad de obviar ese calor extremo que tenemos en verano o el frío del invierno. Casi como Superman ¿no? Para ser un poco más técnicos, estas personas tienen una enfermedad genética rara llamada analgesia congénita con anhidrosis (CIPA).

Para entender este “superpoder genético”, antes debemos entender cómo funciona nuestra sensibilidad al dolor.

Coge tu brazo y pellízcate. Notarás cómo el dolor aparece únicamente en la zona donde tú has decidido apretar. El dolor “sale” de ahí, ¿no? Son las células de ese tejido las que te generan ese dolor, ¿verdad? Pues la respuesta es que no. Es tu cerebro el que está “generando” ese dolor.

Sí. Vale. Aunque no sea ahí donde se genera, algunas células de tu brazo sí “perciben” dolor. Como todos sabemos, nuestro querido amigo el sistema nervioso tiene, entre otras células, neuronas. Se podría decir que estas neuronas son como circuitos que van conduciendo la información en un “superordenador” cuyo centro integrador es el encéfalo. Tu “superordenador” tiene ciertas terminaciones nerviosas (en tu brazo por ejemplo) que son capaces de detectar un estímulo potencialmente dañino para tu organismo. Estos estímulos pueden ser químicos, mecánicos o térmicos.

Esquema simplificado de tu “superordenador”

En un intento de explicar el funcionamiento de estos mecanismos, haré una analogía. Pongamos que este estímulo de daño potencial es un USB. Tú colocas el USB (también conocido como pellizco) en tu ranura de USB (a.k.a. terminación nerviosa). Ese Pendrive es detectado y su información es transmitida por un circuito de la placa base de tu “superordenador” (a.k.a médula espinal y tracto espinotalámico) hasta ser integrada en tu CPU (a.k.a. encéfalo). Y ya está. Entonces tú escuchas ese sonidito tan característico que indica que se ha introducido un USB.

 

Ahora te estarás preguntando: ¿qué sucede en los individuos con analgesia congénita?

Esquema simplificado de un “superordenador” con analgesia congénita.

Pues, siguiendo la analogía, lo que da esta capacidad a estas personas es que sus “puertos USB” funcionan mal. La causa básica del fallo en las terminaciones nerviosas son mutaciones del gen NTRK1. Este gen, ubicado en el cromosoma 1,  codifica para receptores neuronales necesarios para la correcta formación de este “circuito” que conecta el “USB” con la “placa base”.

Localización de NTRK1 en el cromosoma 1

Pese a que a muchos nos hubiese gustado no sentir dolor en algún momento de nuestra vida, estos “superhumanos” tienen un enemigo capaz de acabar con sus propias vidas: ellos mismos. Que sí, que no sentir dolor está guay, que puedes ir en plan guay pregonándolo por ahí mientras te clavas agujas en un circo, pero el problema aparece cuando sufres sin darte cuenta un daño severo que puede acabar con tu vida.

Pese a que tal vez veamos a estos individuos como héroes mutantes sacados de una película de los X-men, realmente son personas que han de ser muy cuidadosas con sus actos.

El problema empieza en la infancia y es realmente un dolor de cabeza (para los padres, claro). ¿Qué impide a un niño que no siente dolor experimentar cosas realmente peligrosas? Entonces, cuando es diagnosticado (normalmente con la salida de los dientes), los padres realizan una serie de medidas preventivas sobreprotectoras como usar cascos, calcetines gruesos, etc. En resumen, transforman a sus hijos en inexpugnables fortalezas andantes. Y no es algo innecesario. El dolor es una medida adaptativa que asegura nuestra supervivencia haciéndonos huir de aquello que es potencialmente dañino para nuestro organismo y por ello mismo es necesario.

Y bueno, este es un “superpoder genético” que actúa como espada de doble filo, pero existen algunos más. ¿Conoces alguno? Dínoslo en los comentarios y nos leemos en el próximo blog. ¡Hasta pronto!

 

 

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Fuente: https://goo.gl/emmro3